Historia general de las cosas de Nueva España es una obra enciclopédica sobre la gente y la cultura del centro de México compilada por el fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), un misionero franciscano que llegó a México en 1529, ocho años después de que Hernán Cortés finalizara la conquista española. El manuscrito, al que comúnmente se llama Códice Florentino, consta de 12 libros dedicados a diferentes temas. El Libro II trata de las festividades y los sacrificios a los dioses, realizados de acuerdo con el calendario ritual de 20 días. Incluye los 20 cánticos sagrados o himnos a los dioses, que Sahagún reunió a partir de testimonios orales en la etapa inicial de su investigación. Este libro también describe las ceremonias que conllevaban sacrificios humanos, que tanto conmocionaron a los españoles cuando llegaron a México. Se ofrecían sacrificios para que el ciclo cósmico pudiera continuar y el Sol saliera cada mañana. En un eterno proceso de regeneración, se creía que los dioses aztecas morían y volvían a la vida con más fuerza que antes, y era su muerte la que se «revivía» en el sacrificio. Los dioses estaban personificados en sus víctimas sacrificiales –sus ixiptla (imágenes) o representantes– y recibían sustento de la sangre y los corazones humanos. La ilustración en el folio 84, verso, representa el sacrificio del ixiptla de Tezcatlipoca, dios del cielo nocturno y la memoria. La víctima tenía que ser un hombre joven con buen estado físico, sin imperfecciones físicas, a quien se le concedía un año para llevar una vida de ocio, en el que aprendía a tocar la flauta, y a usar una especie de pipa (artefacto parecido a un canuto) de la misma manera que los jefes y nobles. Al terminar el año, se lo vestía y adornaba con detalle y, después de varias ceremonias, se lo llevaba al pie de la pirámide, en donde se lo sacrificaba. Las víctimas sacrificiales solían ser soldados capturados en batalla, aunque también podrían ser esclavos, hombres declarados culpables de algún delito, o bien mujeres jóvenes o niños (ofrecidos a las deidades de la lluvia y las aguas). En la batalla, el objetivo no era matar al enemigo sino tomar prisioneros, a quienes se los agarraba por el pelo y se los destinaba a ser sacrificados. La guerra con el fin de capturar víctimas sacrificiales se muestra en las ilustraciones del folio 74, reverso, y del folio 74, verso, de este libro.
Historia general de las cosas de Nueva España es una obra enciclopédica sobre la gente y la cultura del centro de México compilada por el fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), un misionero franciscano que llegó a México en 1529, ocho años después de que Hernán Cortés finalizara la conquista española. El manuscrito, al que comúnmente se llama Códice Florentino, consta de 12 libros dedicados a diferentes temas. El Libro II trata de las festividades y los sacrificios a los dioses, realizados de acuerdo con el calendario ritual de 20 días. Incluye los 20 cánticos sagrados o himnos a los dioses, que Sahagún reunió a partir de testimonios orales en la etapa inicial de su investigación. Este libro también describe las ceremonias que conllevaban sacrificios humanos, que tanto conmocionaron a los españoles cuando llegaron a México. Se ofrecían sacrificios para que el ciclo cósmico pudiera continuar y el Sol saliera cada mañana. En un eterno proceso de regeneración, se creía que los dioses aztecas morían y volvían a la vida con más fuerza que antes, y era su muerte la que se «revivía» en el sacrificio. Los dioses estaban personificados en sus víctimas sacrificiales –sus ixiptla (imágenes) o representantes– y recibían sustento de la sangre y los corazones humanos. La ilustración en el folio 84, verso, representa el sacrificio del ixiptla de Tezcatlipoca, dios del cielo nocturno y la memoria. La víctima tenía que ser un hombre joven con buen estado físico, sin imperfecciones físicas, a quien se le concedía un año para llevar una vida de ocio, en el que aprendía a tocar la flauta, y a usar una especie de pipa (artefacto parecido a un canuto) de la misma manera que los jefes y nobles. Al terminar el año, se lo vestía y adornaba con detalle y, después de varias ceremonias, se lo llevaba al pie de la pirámide, en donde se lo sacrificaba. Las víctimas sacrificiales solían ser soldados capturados en batalla, aunque también podrían ser esclavos, hombres declarados culpables de algún delito, o bien mujeres jóvenes o niños (ofrecidos a las deidades de la lluvia y las aguas). En la batalla, el objetivo no era matar al enemigo sino tomar prisioneros, a quienes se los agarraba por el pelo y se los destinaba a ser sacrificados. La guerra con el fin de capturar víctimas sacrificiales se muestra en las ilustraciones del folio 74, reverso, y del folio 74, verso, de este libro.