
En la época de Jacob Heyblocq (1623-1690), los libros de amistad o de autógrafos (conocidos por su nombre en latín, alba amicorum) eran populares entre los estudiantes que viajaban de una universidad a otra. Los estudiosos llevaban los libros consigo en sus giras universitarias. Cuando se encontraban con figuras notables de quienes deseaban tener un recuerdo, les pedían que dejaran unas palabras en sus libros. En general, las inscripciones eran citas cortas y expresiones de amistad, acompañadas de la fecha y la firma. A veces, estos libros llevaban el retrato o el escudo de armas familiar de su dueño. El album amicorum acompañaba al estudiante a lo largo de su carrera académica y, en general, desaparecía en un cajón una vez terminados los estudios. Jacob Heyblocq comenzó a usar su libro en 1645, cuando era estudiante de teología en Leiden. Su afirmación en la primera página deja en claro su intención: debía ser mucho más que un libro de amistades casuales. Por tanto, su enfoque fue diferente del usual. En latín, Heyblocq se dirigía a «los más grandes, más sabios y nobles» de su tiempo y declaraba que su único y mayor placer en la vida, aparte de cumplir con todas sus obligaciones, era leer contribuciones en álbumes. Pedía a «los más grandes pensadores de este siglo y a la alta realeza» que escribieran sus «contribuciones brillantes» en este «libro llamativo». Prometía a los autores que las palabras que escribieran seguirían viviendo cuando ellos ya estuvieran muertos y enterrados. Heyblocq persiguió sus ambiciones con entusiasmo. Cuando terminó sus estudios, fue maestro en la escuela de latín del canal de Nieuwezijds (lado nuevo) en Ámsterdam. El siglo XVII fue una época dorada para Ámsterdam, cuando esta ciudad de talla mundial vio florecer la ciencia, la cultura y las artes. Alrededor de 1660, Hecblocq se convirtió en el director de su escuela de latín, un puesto que lo puso en contacto con la élite cultural de Ámsterdam, como poetas, profesores, artistas y pintores. A todos ellos les pidió que hicieran su aporte a su album amicorum. El índice refleja los nombres de todos aquellos que accedieron a su pedido. La mayoría de las contribuciones iba mucho más allá de los habituales mensajes efusivos de amistad. Varios de los poemas fueron composiciones espontáneas, realizadas especialmente para el álbum, en general en neerlandés o en latín. También hay aforismos y citas bíblicas en latín, en griego y en hebreo. Estas contribuciones ilustres hacen que el volumen sea el ejemplo más rico y bellamente ilustrado del album amicorum en la historia de los Países Bajos.